Más que un arte procesual, el suyo era parte de la vida espiritual de quien lo hacía. Pero los procesos mismos tenían la mayor importancia en las obras, al extremo de rebasar lo temporal para estructurar la dimensión espacial. Así, los mate riales, además de elementos constructivos y más allá de poseer un simbolismo en ellos mismos, eran agentes principales del proceso en que intervenían las obras. Elso decía que constituían fines, no medios. Con la terracota fresca aprehendía, real y ritualmente, la huella -el poder- de una mazorca de maíz, que volvía asía la tierra de donde había surgido, mientras sus granos potenciaban alguna otra pieza o retoñaban en plena galería.
Juan Francisco Elso, Caballo contra colibrí (Inconcluso), 1988. |
Pudiera decirse que Elso es uno de los pocos artistas religiosos a partir de la modernidad, y el único que se ha atrevido a representar el rostro divino. Él imaginó la faz inabarcable como una enorme máscara de la muerte a través de la cual se mira y se es mirado. Digo artista religioso no como ilustrador de creencias, sino por usar el arte como vía para un conocimiento y una afirmación trascendentes. Elso indagaba en una cosmovisión de sentido universal basada en acervos latinoamericanos, de los cuales emanaba una comprensión de los fines del ser humano en el mundo y una proposición ética. En esta mística de América, profundamente sentida, se cosían lo mágico y lo político, lo personal y lo sagrado, lo actual y lo ancestral, lo místico y lo histórico... Su obra constituía una reacción muy profunda a las complejidades de un país como Cuba.
Nos dejó una de las imágenes más sobrecogedoras de todo el arte latinoamericano: Martí esculpido a la manera de un santo popular, vestido de tierra y machete en mano, ofreciéndose al suelo de América, que es él mismo, retoñado deverdor y sangre, igual que su propio cuerpo. Imagen sorprendente, a un tiempo icono de la mística revolucionaria, asiento de poder al modo africano, imaginería barroca, Odín sacrificado él mismo a sí mismo. Su título, PorAmérica, pudiera extenderse a toda la obra de Elso.
Juan Francisco Elso, Por América, 1986. |
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