Por José Molina M.
"From 1574 until his death in Madrid in 1590, Don Diego de Torres, the cacique (or hereditary chief) of the Muisca town of Turmequé, near Bogotá, fought a legal battle to regain the rights to his chiefdom, taken from him by members of the Royal Court in a move to block Don Diego's efforts to denounce the multiple abuses that Spanish authorities had committed against the indigenous population there. Don Diego was a mestizo son of a Spanish conquistador and of the sister of the cacique of Turmequé."
Don Diego de Torres y Moyachoque, fue un mestizo de alcurnia –hijo de noble español, Don Juan de Torres y de la Princesa Indígena Catalina Moyachoque, de la Encomienda de Turmequé, en la Provincia de Tunja-, descolló durante la mitad del Siglo XVI en el Nuevo Reino de Granada por su erguida actitud en defensa de la gente indígena a través de su desempeño como Cacique de Turmequé. Don Diego fue despojado y desconocido de su título hereditario de Cacique, y fue acusado de rebelión, y encarcelado y condenado a muerte por la Real Audiencia de España.
En aquella época, los caciques tenían un carácter semi-sagrado, siempre se adornaban con narigueras y orejeras de oro, se sentaban en un escabel, y cuando salían, les llevaban en literas adornadas con planchas de oro y a su paso, los indios de su parcialidad esparcían flores. A esta categoría real, perteneció nuestro Cacique de Turmequé, el mestizo que visitó la Corte del rey Felipe II, para entregarle el más noble y notable memorial de la historia de Colombia, lo hizo en busca de la protección para una raza vencida que representaba a través de ese medio, a todos los indígenas de América, igualmente maltratados durante la Conquista.
El Cacique Turmequé, Diego de Torres, nació en Tunja en 1549, fue un mestizo hijo de un español y de una nativa hermana del Cacique Turmequé de la época, estudió allí en esa ciudad y desde muy joven trabajó en cargos del gobierno, lo cual le permitió ser experto conocedor de las leyes de la Corona Española y de la Real Audiencia. El testimonio gráfico más antiguo de Bogotá es el croquis de la Provincia de Santa Fe, realizado hacia 1578 por Don Diego Torres y Moyachoque,cacique de Turmequé,un dibujo de Santafé que la muestra rodeada por pequeños poblados, ubicada entre el río Bogotá y el Sol que sale por los llanos. Este mapa incluye Suesca, Cajicá, Cucunubá, Fusagasugá, Guatavita, Ubaté, Tocaima, Villeta y Zipacón. Aunque la imagen de Torres y Moyachoque sobre Bogotá sea la más antigua,no contiene información sobre los orígenes de la ciudad.
Don Diego observó que los indígenas debían pagar muy altos tributos e impuestos a la Corona y que esto causaba una profunda brecha entre los gobernantes y la población nativa, y que además eran maltratados hasta considerarlos indios sin alma que no eran seres humanos. Cuando falleció su tío el antiguo Cacique de Turmequé, los pobladores propusieron al Presidente Venero de Leyva que se nombrara en dicho cargo a Diego por sus capacidades y por ser sobrino del difunto, lo cual fue aceptado. Como Diego se solidarizó con las penurias que sufrían los indios y clamó por la aplicación de leyes que pusieran fín a las injusticias, entonces fue acusado ante la Corona como subversivo y propagador de rebelión, y fue encarcelado y condenado a muerte pero finalmente escapó espectacularmente de la prisión, y luego viajó a escondidas a España para presentar ante el Rey su famoso “Memorial de Agravios”, documento muy explícito de la situación y por demás muy bien escrito. Diego que contrajo matrimonio con Juana de Oropesa, con quien vivió un romance de leyenda y tuvo tres hijos, logró la absolución de la Corona por el cargo de sublevación y alzamiento, y murió en Madrid en 1590, cuando todavía estaba pendiente su pleito por la restitución del cacicazgo. Su esposa obtuvo en 1591 que el rey le asignara una renta de 300 pesos, pero solo hasta en 1636, tras decenas de solicitudes se le canceló la renta por primera vez.
Los escritos del Cacique de Turmequé que fueron verdaderas actas de acusación y memoriales de agravios, reflejaban la angustiosa vida real de los oprimidos, evidenciaban las situaciones de injusticia y la explotación de los nativos, denunciaban los abusos del sector privilegiado de la sociedad, los encomenderos y ponían al descubierto la inoperancia de la administración de justicia cuando se trataba de ejecutar las normas que podían aliviar las condiciones miserables de los indios. Sus demandas reflejaron la dramática ambivalencia del mestizo que por tan largo tiempo ha atormentado al hombre latinoamericano. Es evidente que Don Diego no pretendió cambiar el orden social, ni soliviantar a los aborígenes, ni llamar a la rebelión, ni desconocer a las autoridades, de todo lo cual fue acusado por sus contradictores. Él buscaba obtener ciertos principios de justicia social que favorecieran a los indios, erxigía el cumplimiento de las leyes, el buen tratamiento y la conservación de los naturales, la administración imparcial de la justicia, y la cesación de los abusos y de las formas de servidumbre a que eran sometidos los indígenas.
Diego, todas las noches reunía a los indios y todos celebraban bailes, y borracheras de chicha, también salía con sus súbditos a las inmediaciones de Turmequé y de pueblos vecinos a cacerías de venado, él era muy diestro jinete y manejaba con agilidad los caballos; sin duda, él fue un personaje de leyenda épica. Sobre la vida del Cacique de Turmequé se han escrito importantes novelas y ensayos, entre ellos podemos citar: EL CACIQUE DE TURMEQUÉ de Gertrudiz Gomez Avellaneda; EL CACIQUE DE TURMEQUÉ Y SU ÉPOCA de Ulises Rojas; LA SEGUNDA SANGRE de Gilberto Abril Rojas; LAS ELEGIAS DE VARONES ILUSTRES DE INDIAS DE JUAN DE CASTELLANOS por Luis Fernando Restrepo; EL DEFENSOR DEL PUEBLO COMO INSTITUCION CHIBCHA de Hernán Olano García: y NARRATING COLONIAL INTERVENTIONS: DON DIEGO DE TORRES, CACIQUE OF TURMEQUE “COLONIALISM PAST AND PRESENT” por Félix Bolaños and Gustavo Verdesio.
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